Exclusión del PC
El revés sufrido tras el atentado y anteriormente en Carrizal Bajo consolidó lo que se venía vislumbrando desde principios de la década de los 80’, la relegación del PC. El citado fracaso desarmó el trabajo político que venía realizando la Izquierda y el conjunto de sus organizaciones, se detuvo a 44 dirigentes políticos que querían construir un Frente político y social amplio para derrotar a Pinochet, muchos de ellos no tenían que ver con la estrategia militar del PC pero el régimen aprovechaba la oportunidad para desarticular cualquier gestión contraria. Uno de estos intentos era el Acuerdo Nacional Democrático (ANDE) suscrito por trece partidos cuyo documento se dio a conocer el día siguiente al atentado, solicitando entre otras cosas autonomía universitaria, separación clara de poderes y término de la exclusión de partidos políticos. Fracasó inmediatamente.
De este modo la anunciada marginación comunista se hacía mucho más fácil, impulsada por la dictadura pero a la que también colaborarían con sus iniciativas la propia oposición moderada produciéndose sólo algunos intentos aislados de abrirle espacio. Los planes de no respetar los plazos del régimen desaparecieron más que por las fallas de la política militar del PC, por la falta de una estrategia alternativa pues por muy heroicas que hallan sido las maniobras no se asumió que el fracaso militar significaba una derrota política que necesitaría otro cambio en la línea política.
La que el PC denominaba ‘salida burguesa’ se presentaba como la única con espacio para desenvolverse, es más, los grupos que la propiciaban condenaban la violencia ‘venga de donde venga’, envolviendo en un sólo paquete la resistencia armada y el terrorismo de Estado.
El 17 de septiembre el Presidente de la DC Gabriel Valdés escribió una carta en donde reafirma su rechazo a la política del Partido Comunista. Además de impedir a la Juventud DC participar en las elecciones estudiantiles junto a los comunistas e insistir en que el PC se pronunciara respecto a los arsenales, agregó que la DC había “reiterado una y otra vez en cartas a la Dirección de vuestro partido, que la llamada estrategia de Rebelión Popular sostenida por ustedes no sólo es conducente a actos terroristas…sino que además divide profundamente a la oposición…(se juzga) primero, como contraria a los intereses del pueblo chileno y segundo como una cooperación objetiva a la dictadura”.[1]
Una vez que el FPMR reivindicó la operación de Carrizal Bajo, la discusión fue más allá del uso de la violencia contra la dictadura y abarcó el tipo de salida que cada cual pretendía. Mientras el Frente aseguraba que buscaban crear un caos entre los militares, para que la oposición unida decidiera como retornar a la democracia, la DC creía que buscaban un clima de dimensiones prerrevolucionarias y hegemonizar el proceso posterior.
El 6 de Octubre de 1986 el llamado ‘Partido Socialista de Nuñez’ llamó a que la oposición en conjunto abriera un camino de negociación con las Fuerzas Armadas y así superar los problemas de dirección política que mostraba hasta ahí, la única exigencia era que el PC renunciase a la línea de militarización de la política, “hoy es el partido Socialista el que devuelve el mensaje”[2], haciendo alusión al texto “El Ultraizquierdismo, Caballo de Troya del Imperialismo” escrito tras el golpe militar en donde el PC culpaba entre otros al PS del fracaso del proyecto de la Unidad Popular. Pero si tras Carrizal la confianza para negociar con el PC ya no era la misma, luego del atentado esta se perdió totalmente, eran personas que habían cumplido los compromisos que habían contraído pero que después no sabían si su interlocutor decía la verdad.
Como se dijo, al interior del PC muchos sectores nunca terminaron de asimilar la política militar viéndose arrastrados a asumirla sólo como parte de la disciplina partidista ya descrita. A un mes del atentado, Alejandro Toro, ex Senador por Talca criticó a todos quienes reivindicaban la lucha armada por ser una política antidemocrática, que no reflejaba el pensamiento mayoritario del pueblo chileno, “el pueblo no está para seguir a grupos aventureros con fines mesiánicos. Nuestro pueblo es sabio, se cruza de brazos y los mira por la ventana, pero no los sigue en su aventura”.[3]
La crítica apunta que el PC había perdido su esencia, el trabajo de masas, con el pueblo, con las organizaciones sociales debido a que el debate interno no era el de antaño y prácticamente se había diluido sin respetar las opiniones distintas a las de la Dirección, lo que derivó en la organización de tendencias al margen de la organización del Partido. Tanto las disputas internas como el descuido del trabajo social se han sumado como factores de exclusión del PC y han influido en la baja votación que muestra actualmente.
El Pleno de 1986 derivado de dos reuniones efectuadas en Septiembre y Octubre cae en la confusión existente, reconociendo el cambio de escenario pero sin cambiar en lo general el discurso existente hasta ahí, “ha surgido una nueva situación…los avances en la acción común de todas las fuerzas opositoras, principalmente en el campo de la concertación social…están ahora en peligro”[4]. Los dardos apuntan una vez más a la posición de la Democracia Cristiana a quien se le acusa de tener una tendencia al inmovilismo y al anticomunismo producto de la presión norteamericana, cuestión que abarcaba a las demás organizaciones sociales, “no quieren entenderse con los supuestos terroristas de Izquierda…buscan en cambio el diálogo y la negociación con los terroristas de Estado, incluso con el terrorista número uno de Chile, Augusto Pinochet Ugarte”.[5]
El PC no asume que la batalla está prácticamente perdida viendo las expectativas que genera el diálogo, insiste en que este diálogo tiene que ir acompañado de la lucha del pueblo basada en la movilización social provocada a través del fortalecimiento político e ideológico del MDP, “elevar la lucha de masas en el plazo más breve, multiplicar las acciones desestabilizadoras…darle el golpe de gracia…el camino más corto para conseguirlo es y sigue siendo la Revolución Popular de Masas que desemboque en la Sublevación Nacional, esto es, el camino del enfrentamiento y no el de la conciliación”.[6]
Entre el 20 y 21 de Diciembre se efectuó el 6° Pleno del PS- Nuñez en donde se adoptó la decisión de abandonar la Alianza Democrática optando por el establecimiento de un Frente amplio con los partidos que buscasen “la ruptura del orden autoritario, (que) rechacen la lógica de guerra y se comprometan en la búsqueda de una salida política”.[7]
Mientras tanto Pinochet debía jugar el ‘juego democrático”, protegido, con leyes de amarre, pero democrático al fin una vez que asumió que la represión por si sola no lo aliviaría de las presiones dentro y fuera del país, optando también por el camino de la negociación. La estrategia pasaba a ser más política que militar en vista del plebiscito de 1988; la noche de año nuevo decretó el término del Estado de Sitio, fin del exilio y aprobación de las Leyes políticas promulgadas en Febrero de 1987. En aquel mes se organizaron 514 Juntas Electorales comenzando un proceso de inscripción del cual no podían ser partícipes los partidos que ‘pregonaran la lucha de clases’ así como los que no reunieran las 30 mil firmas establecidas como mínimo sin tener la posibilidad de mantener contactos con gremios ni con sindicatos. Todas estas disposiciones se fueron despachando poco a poco y no de una vez como correspondía, para así acomodarlas según las circunstancias y de este modo favorecer a los partidos de Derecha y de Centroderecha para controlar el proceso de transición, “están hechas para conducir el régimen político que la Constitución establece: consolidación del autoritarismo durante la transición…el contrapeso no será del parlamento, sino de los llamados poderes burocráticos: las Fuerzas Armadas, el Consejo de Seguridad Nacional, el Tribunal Constitucional y todos los tribunales en general”[8]. En un principio sólo el Partido Nacional y la Socialdemocracia se inscriben, mientras tanto la DC no se decide y la Izquierda se excluye sosteniendo hasta principios de 1988 que el plebiscito era un fraude y que inscribirse era claudicar en la lucha.
La tendencia general apuntaba hacia el camino del diálogo y la salida electoral. El PC se había jugado por hegemonizar el proceso de movilización contra la dictadura a nivel popular, cuestión que hasta el descubrimiento de los arsenales en la Tercera Región le dio resultado, sentía que la PRPM funcionaba, pero después de aquel episodio y del atentado insistió en una política para la cual no existían condiciones, toda vez que los términos impuestos por Pinochet se cumplirían inexorablemente, la Constitución de 1980 era una realidad que se consolidaba y debía aceptarse, ‘no es legítima pero es legal’.
La ‘Declaración de Roma’ suscrita por Luis Maira, Clodomiro Almeyda y Luis Corvalán el 2 de Noviembre del 86’ fue uno de los intentos de la vieja dirigencia que se unía a la Izquierda Cristiana para abandonar la militarización de la política reponiendo un escenario democrático tradicional en donde no existiera la proscripción. Si se mostraba diferente en su esencia a lo decidido por el Pleno de 1986 era simplemente porque las disputas internas fueron otro de los inconvenientes que enfrentó el PC durante toda la década de los 80’ y que se transformaría en una lucha fraticida. Gladys Marín se instaló en Chile a partir de 1978 viendo recompensada su audacia haciéndose cargo del Partido ‘real’ y asumiendo su nueva estrategia sin haber sido necesariamente defensora de ella. El tema militar pasó a ser una variable más dentro de la disputa política interna de la cual la Dirección establecida en Chile culpó en más de una ocasión a quienes se mantenían en el exterior de ser opositores, lo que demostró no ser tal con el envío de armas a Carrizal pero que no impidió que en el XV Congreso de 1989 se enjuiciara a dirigentes ‘históricos’ como Luis Corvalán, Orlando Millas, Américo Zorrilla y José Miguel Varas. La falta de apoyo no era el problema más grave, el equipamiento militar, la documentación falsa y lo necesario para la lucha armada pudo ser posible en gran parte gracias a la ayuda que se consiguió en el exterior, “la lucha clandestina contra la dictadura no hubiera existido sin la solidaridad internacional, sin el apoyo decidido de los países socialistas”.[9]
Desde el momento en que se asume la PRPM se produjo un quiebre que marcaría hasta hoy al PC pues nunca se sintió cómodo con algo que no manejaba, muchos militantes dejaron el Partido o bien asumieron la política a regañadientes. En 1983 se produjo una crisis al interior de la JJCC por el mismo tema, dilema que se complicó aún más con la formación del FPMR.
[1] “Carta del PC a la Democracia Cristiana”. Hoy N° 481, Stgo, 6 al 12 de Octubre de 1986, pág. 6.
[2] “El PS- Nuñez llama a abrir una negociación con las FFAA”. Hoy N° 482, Stgo., 13 al 19 de Octubre de 1986, pág. 11.
[3] “Entrevista a Alejandro Toro”. Apsi N° 201, Stgo., 18 al 24 de Mayo de 1987, pág. 7
[4] “Hacia el XV Congreso Nacional. Documentos para el enriquecimiento del debate”. Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Chile.1986. Pág. 127.
[5] Ib. Idem. Pág. 129.
[6] Ib. Idem. Pág. 134.
[7] “6° Pleno del PS- Nuñez”. Hoy N° 492., Stgo., 22 al 28 de Diciembre de 1986, pág. 14.
[8] “La Izquierda anuncia que se excluye de las leyes políticas”. Apsi Especial. 6 al 9 de Abril de 1987. Pág. 21.
[9] Conversación con Pedro.
De este modo la anunciada marginación comunista se hacía mucho más fácil, impulsada por la dictadura pero a la que también colaborarían con sus iniciativas la propia oposición moderada produciéndose sólo algunos intentos aislados de abrirle espacio. Los planes de no respetar los plazos del régimen desaparecieron más que por las fallas de la política militar del PC, por la falta de una estrategia alternativa pues por muy heroicas que hallan sido las maniobras no se asumió que el fracaso militar significaba una derrota política que necesitaría otro cambio en la línea política.
La que el PC denominaba ‘salida burguesa’ se presentaba como la única con espacio para desenvolverse, es más, los grupos que la propiciaban condenaban la violencia ‘venga de donde venga’, envolviendo en un sólo paquete la resistencia armada y el terrorismo de Estado.
El 17 de septiembre el Presidente de la DC Gabriel Valdés escribió una carta en donde reafirma su rechazo a la política del Partido Comunista. Además de impedir a la Juventud DC participar en las elecciones estudiantiles junto a los comunistas e insistir en que el PC se pronunciara respecto a los arsenales, agregó que la DC había “reiterado una y otra vez en cartas a la Dirección de vuestro partido, que la llamada estrategia de Rebelión Popular sostenida por ustedes no sólo es conducente a actos terroristas…sino que además divide profundamente a la oposición…(se juzga) primero, como contraria a los intereses del pueblo chileno y segundo como una cooperación objetiva a la dictadura”.[1]
Una vez que el FPMR reivindicó la operación de Carrizal Bajo, la discusión fue más allá del uso de la violencia contra la dictadura y abarcó el tipo de salida que cada cual pretendía. Mientras el Frente aseguraba que buscaban crear un caos entre los militares, para que la oposición unida decidiera como retornar a la democracia, la DC creía que buscaban un clima de dimensiones prerrevolucionarias y hegemonizar el proceso posterior.
El 6 de Octubre de 1986 el llamado ‘Partido Socialista de Nuñez’ llamó a que la oposición en conjunto abriera un camino de negociación con las Fuerzas Armadas y así superar los problemas de dirección política que mostraba hasta ahí, la única exigencia era que el PC renunciase a la línea de militarización de la política, “hoy es el partido Socialista el que devuelve el mensaje”[2], haciendo alusión al texto “El Ultraizquierdismo, Caballo de Troya del Imperialismo” escrito tras el golpe militar en donde el PC culpaba entre otros al PS del fracaso del proyecto de la Unidad Popular. Pero si tras Carrizal la confianza para negociar con el PC ya no era la misma, luego del atentado esta se perdió totalmente, eran personas que habían cumplido los compromisos que habían contraído pero que después no sabían si su interlocutor decía la verdad.
Como se dijo, al interior del PC muchos sectores nunca terminaron de asimilar la política militar viéndose arrastrados a asumirla sólo como parte de la disciplina partidista ya descrita. A un mes del atentado, Alejandro Toro, ex Senador por Talca criticó a todos quienes reivindicaban la lucha armada por ser una política antidemocrática, que no reflejaba el pensamiento mayoritario del pueblo chileno, “el pueblo no está para seguir a grupos aventureros con fines mesiánicos. Nuestro pueblo es sabio, se cruza de brazos y los mira por la ventana, pero no los sigue en su aventura”.[3]
La crítica apunta que el PC había perdido su esencia, el trabajo de masas, con el pueblo, con las organizaciones sociales debido a que el debate interno no era el de antaño y prácticamente se había diluido sin respetar las opiniones distintas a las de la Dirección, lo que derivó en la organización de tendencias al margen de la organización del Partido. Tanto las disputas internas como el descuido del trabajo social se han sumado como factores de exclusión del PC y han influido en la baja votación que muestra actualmente.
El Pleno de 1986 derivado de dos reuniones efectuadas en Septiembre y Octubre cae en la confusión existente, reconociendo el cambio de escenario pero sin cambiar en lo general el discurso existente hasta ahí, “ha surgido una nueva situación…los avances en la acción común de todas las fuerzas opositoras, principalmente en el campo de la concertación social…están ahora en peligro”[4]. Los dardos apuntan una vez más a la posición de la Democracia Cristiana a quien se le acusa de tener una tendencia al inmovilismo y al anticomunismo producto de la presión norteamericana, cuestión que abarcaba a las demás organizaciones sociales, “no quieren entenderse con los supuestos terroristas de Izquierda…buscan en cambio el diálogo y la negociación con los terroristas de Estado, incluso con el terrorista número uno de Chile, Augusto Pinochet Ugarte”.[5]
El PC no asume que la batalla está prácticamente perdida viendo las expectativas que genera el diálogo, insiste en que este diálogo tiene que ir acompañado de la lucha del pueblo basada en la movilización social provocada a través del fortalecimiento político e ideológico del MDP, “elevar la lucha de masas en el plazo más breve, multiplicar las acciones desestabilizadoras…darle el golpe de gracia…el camino más corto para conseguirlo es y sigue siendo la Revolución Popular de Masas que desemboque en la Sublevación Nacional, esto es, el camino del enfrentamiento y no el de la conciliación”.[6]
Entre el 20 y 21 de Diciembre se efectuó el 6° Pleno del PS- Nuñez en donde se adoptó la decisión de abandonar la Alianza Democrática optando por el establecimiento de un Frente amplio con los partidos que buscasen “la ruptura del orden autoritario, (que) rechacen la lógica de guerra y se comprometan en la búsqueda de una salida política”.[7]
Mientras tanto Pinochet debía jugar el ‘juego democrático”, protegido, con leyes de amarre, pero democrático al fin una vez que asumió que la represión por si sola no lo aliviaría de las presiones dentro y fuera del país, optando también por el camino de la negociación. La estrategia pasaba a ser más política que militar en vista del plebiscito de 1988; la noche de año nuevo decretó el término del Estado de Sitio, fin del exilio y aprobación de las Leyes políticas promulgadas en Febrero de 1987. En aquel mes se organizaron 514 Juntas Electorales comenzando un proceso de inscripción del cual no podían ser partícipes los partidos que ‘pregonaran la lucha de clases’ así como los que no reunieran las 30 mil firmas establecidas como mínimo sin tener la posibilidad de mantener contactos con gremios ni con sindicatos. Todas estas disposiciones se fueron despachando poco a poco y no de una vez como correspondía, para así acomodarlas según las circunstancias y de este modo favorecer a los partidos de Derecha y de Centroderecha para controlar el proceso de transición, “están hechas para conducir el régimen político que la Constitución establece: consolidación del autoritarismo durante la transición…el contrapeso no será del parlamento, sino de los llamados poderes burocráticos: las Fuerzas Armadas, el Consejo de Seguridad Nacional, el Tribunal Constitucional y todos los tribunales en general”[8]. En un principio sólo el Partido Nacional y la Socialdemocracia se inscriben, mientras tanto la DC no se decide y la Izquierda se excluye sosteniendo hasta principios de 1988 que el plebiscito era un fraude y que inscribirse era claudicar en la lucha.
La tendencia general apuntaba hacia el camino del diálogo y la salida electoral. El PC se había jugado por hegemonizar el proceso de movilización contra la dictadura a nivel popular, cuestión que hasta el descubrimiento de los arsenales en la Tercera Región le dio resultado, sentía que la PRPM funcionaba, pero después de aquel episodio y del atentado insistió en una política para la cual no existían condiciones, toda vez que los términos impuestos por Pinochet se cumplirían inexorablemente, la Constitución de 1980 era una realidad que se consolidaba y debía aceptarse, ‘no es legítima pero es legal’.
La ‘Declaración de Roma’ suscrita por Luis Maira, Clodomiro Almeyda y Luis Corvalán el 2 de Noviembre del 86’ fue uno de los intentos de la vieja dirigencia que se unía a la Izquierda Cristiana para abandonar la militarización de la política reponiendo un escenario democrático tradicional en donde no existiera la proscripción. Si se mostraba diferente en su esencia a lo decidido por el Pleno de 1986 era simplemente porque las disputas internas fueron otro de los inconvenientes que enfrentó el PC durante toda la década de los 80’ y que se transformaría en una lucha fraticida. Gladys Marín se instaló en Chile a partir de 1978 viendo recompensada su audacia haciéndose cargo del Partido ‘real’ y asumiendo su nueva estrategia sin haber sido necesariamente defensora de ella. El tema militar pasó a ser una variable más dentro de la disputa política interna de la cual la Dirección establecida en Chile culpó en más de una ocasión a quienes se mantenían en el exterior de ser opositores, lo que demostró no ser tal con el envío de armas a Carrizal pero que no impidió que en el XV Congreso de 1989 se enjuiciara a dirigentes ‘históricos’ como Luis Corvalán, Orlando Millas, Américo Zorrilla y José Miguel Varas. La falta de apoyo no era el problema más grave, el equipamiento militar, la documentación falsa y lo necesario para la lucha armada pudo ser posible en gran parte gracias a la ayuda que se consiguió en el exterior, “la lucha clandestina contra la dictadura no hubiera existido sin la solidaridad internacional, sin el apoyo decidido de los países socialistas”.[9]
Desde el momento en que se asume la PRPM se produjo un quiebre que marcaría hasta hoy al PC pues nunca se sintió cómodo con algo que no manejaba, muchos militantes dejaron el Partido o bien asumieron la política a regañadientes. En 1983 se produjo una crisis al interior de la JJCC por el mismo tema, dilema que se complicó aún más con la formación del FPMR.
[1] “Carta del PC a la Democracia Cristiana”. Hoy N° 481, Stgo, 6 al 12 de Octubre de 1986, pág. 6.
[2] “El PS- Nuñez llama a abrir una negociación con las FFAA”. Hoy N° 482, Stgo., 13 al 19 de Octubre de 1986, pág. 11.
[3] “Entrevista a Alejandro Toro”. Apsi N° 201, Stgo., 18 al 24 de Mayo de 1987, pág. 7
[4] “Hacia el XV Congreso Nacional. Documentos para el enriquecimiento del debate”. Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Chile.1986. Pág. 127.
[5] Ib. Idem. Pág. 129.
[6] Ib. Idem. Pág. 134.
[7] “6° Pleno del PS- Nuñez”. Hoy N° 492., Stgo., 22 al 28 de Diciembre de 1986, pág. 14.
[8] “La Izquierda anuncia que se excluye de las leyes políticas”. Apsi Especial. 6 al 9 de Abril de 1987. Pág. 21.
[9] Conversación con Pedro.
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